En las postrimerías del siglo XIX, las grandes potencias del momento habían puesto el ojo en el aun casi inexplorado continente africano, Leopoldo II rey de los belgas entre 1865 y 1909 fue uno de sus máximos impulsores, contratando en la década de 1870 al explorador Henry Morton Stanley para que hiciera un reconocimiento del África central y el curso del río Congo.
Entre 1879 y 1884 Stanley fundó varias estaciones a las orillas del río e hizo tratados con los jefes locales como representante de la Asociación Internacional del Congo, fundada por Leopoldo II.
Durante la Conferencia de Berlín (1884-1885), las potencias europeas reconocieron la autoridad del monarca belga sobre todo el territorio que llamaría Estado Libre del Congo.
Un monarca excéntrico y su colonia privada
Ya convencidas las potencias europeas de que sus deseos en el continente africano eran meramente filantrópicos, Leopoldo tuvo el camino libre para hacerse de las riquezas del territorio del Congo, 76 veces más grande que su pequeño reino de Bélgica.
Dicho territorio sería la única colonia privada del mundo ya que no era posesión de Bélgica sino del propio rey, tras la fachada de sus propósitos civilizadores, se encontraba el interés económico de hacerse con las grandes riquezas del territorio.
Primero fue el marfil, producto muy solicitado en la época anterior la invención del plástico, ya que con él se fabricaban infinidad de cosas, desde teclas para los pianos hasta dientes falsos.
Pero a finales de la década de 1890, el caucho cobró mucho protagonismo, ya que con él se fabricaban tanto las llantas de las bicicletas y de los autos y se había comenzado a usar para recubrir los cables de electricidad.
Manos amputadas
El árbol del caucho es una especie que tarda mucho en crecer, por ende el país que tuviera muchos tendría, para la época, un gran poder económico entre sus manos, y el Congo era uno de éstos territorios.
La recolección del caucho hizo que el Estado Libre del Congo se transformara en un gran campo de trabajo masivo, aunque las cifras de muertos en estos trabajos es controvertida, según Dummet, la extracción de caucho le redituó una gran fortuna a Leopoldo II, pero también significó la muerte quizá de 10 millones de personas.
En lo que si se ponen de acuerdo los expertos es en las atrocidades que se cometieron durante éste período.
El Estado Libre del Congo estaba controlado por un ejército privado de 19000 hombres llamado la Fuerza Pública.
Su método de trabajo era aterrorizar a la población nativa para obligarla a trabajar, dicho ejército, llegaba a una población, secuestraba a las mujeres y niñas y mandaban a trabajar a los hombres bajo amenaza de que si no traían la cuota fijada de caucho las matarían.
Mientras los hombres cumplían su trabajo, durante el tiempo que ellos estaban afuera, sus mujeres e hijas morían de hambre o eran abusadas sexualmente.
Y por si esto fuera poco, a los que no fueran capaces de cubrir la cuota de caucho diaria, se les amputaba la mano derecha como castigo
Este método también era utilizado por la Fuerza Pública en otros aspectos, por ejemplo, los soldados debían cuidar las balas, ya que éstas solo se podían utilizar para sofocar revueltas y dado el caso que se gastaran había que justificar porque, y el justificativo eran las manos de sus víctimas, lo que significaba que si algún guardia gastaba balas para hacer tiro al blanco, no era raro que le cortara la mano a algún nativo sin más razón que justificar su gasto.
Repercusión internacional
Las duras críticas que se fueron acumulando en la primera década del siglo XX, sobre los excesos cometidos en el Estado Libre del Congo, hicieron que en 1908 Leopoldo II cediera su propiedad en África al reino de Bélgica, con lo cual el Estado Libre del Congo pasó a llamarse Congo Belga.
Al poco tiempo Leopoldo II murió, dejando uno de sus proyectos en marcha, El Museo Real de África, en Bruselas, que se transformó así en el único museo del Congo en el mundo.
A pesar de todas las atrocidades que se cometieron en su nombre y la gran fortuna que amasó gracias al caucho, y la gran cantidad de muertos que esto causó, Leopoldo II nunca conoció personalmente su Colonia Privada del Congo.
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