Sus Primeros Años
Eugenia nació en Bárcena de la Pienza, España, en 1674, hija de Antonia de la Bodega y José Martínez Vallejo, la niña vino al mundo en el momento en que su madre rompió aguas cuando estaba en misa en la Iglesia del pueblo, este hecho fue interpretado por la vecindad como signo de buen augurio y que Eugenia iba a tener una buena vida (no fue tan así).
En sus primeros meses de vida los signos de ser una niña sana y robusta, según los cánones de la época, seguían augurándole un buen destino. Pero todo cambió cuando al año de vida la niña llegó a pesar Dos arrobas (25 kilos) y por si esto fuera poco, a los seis ya había llegado a los 60 kilos
Ni siquiera con una dieta estricta se pudo solucionar su problema de sobrepeso.
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Detalle de la pintura de Juan Carreño de Miranda "La Monstrua vestida" |
Eugenia llega a la Corte de Carlos II
Por su aspecto deforme y grotesco, la pobre Eugenia, era objeto de burlas e incluso insultos de sus vecinos, lo que hizo que su familia la mantuviera oculta.
A pesar de esto, su fama llegaría a la Corte del rey Carlos II, quien la quiso conocer para luego incluirla entre sus servidores llamados "gente de placer".
Este grupo estaba formado por bufones, locos, enanos y gente deforme que pasaba sus días divirtiendo o haciendo compañía a los nobles, infantes o a la familia real.
Hoy se vería como una aberración (que de echo los es) pero en el mundo de aquella época era una costumbre muy difundida. Estos personajes vivían de las mercedes y magnanimidad de los señores, tal es así, que a pesar de todo, sus vidas tendrían un mejor pasar en la corte donde tenían techo, buena comida y ropa, que en sus pueblos, donde su seguro destino era vivir en el encierro o en la total indigencia.
Tal fue el caso de Eugenia que al llegar a la Corte tenía 6 años; con un vestido de gala hecho para la ocasión por el sastre real, el rey quedó encantado con su presencia y no tardó en exhibirla en las fiestas del palacio, donde las damas querían retratarse a su lado para contrastar la finura de sus talles con los de la niña, quien fue apodada "La Monstrua".
El cronista de la época, Juan Cabezas la retrata de esta forma:
“Eugenia era blanca y no muy desapacible de rostro, aunque lo tiene de mucha grandeza. La cabeza, rostro y cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, su vientre es tan descomunal como el de la mujer mayor del mundo a punto de parir. Los muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los muslos que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad y aunque los pies son a proporción del edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo.”
La muerte de Eugenia y el síndrome de Prader-Willi
Eugenia murió en la Corte de Madrid en 1699, cuando tenía 25 años. Estudios posteriores asocian su aspecto al "síndrome de Prader-Willi", ya que por lo descrito sobre ella y los retratos que nos llegan de la época, coinciden con los síntomas de dicho síndrome: anomalías en el desarrollo y el crecimiento, obesidad mórbida, atrofia sexual, pero con un carácter alegre y bonachón durante su primera infancia.
El doctor Rico-Avello al ver los cuadros pintados por Juan Carreño de Miranda: "La Monstrua vestida" y "La Monstrua desnuda", llega a la conclusión de que Eugenia padecía cierto tipo de atrofia hipofisiaria, acentuándose en la localización de la grasa, pies blandos, pequeños y dedos afilados y puntiagudos, que no pasaron desapercibidos por el artista.
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