El 6 de julio de 1553 moría en Inglaterra el rey Eduardo VI, luego de los confusos días que llevaron al trono a la joven Jane Grey (quien terminó con la cabeza separada de su cuerpo), es proclamada reina María Tudor, cosa que se vio con buenos ojos en el mundo católico, llámese Papa, católicos ingleses y el propio emperador Carlos V que veía la oportunidad de unir los reinos de Inglaterra, Flandes y España con el matrimonio de su hijo Felipe con la flamante reina María.
Dicha boda significaba mucho para los Habsburgo ya que conseguirían un aliado contra Francia.
Tratativas para la boda
Como era costumbre por aquellas épocas se enviaron retratos para que los novios se fueran conociendo.
Se sabe que la reina Tudor quedó enamorada a primera vista al ver el retrato que pintara Tiziano donde aparecía un joven y elegante Felipe quien tenía once años menos que ella.
En cambio la reacción del príncipe no fue la misma, ya que no sentía mucho entusiasmo de unirse con aquella mujer diminuta, pelirroja, de voz áspera y piel arrugada, sin cejas ni pestañas y que a sus 38 años había perdido casi todos sus dientes debido a su afición a los dulces.
En Inglaterra no se veía con buenos ojos esta boda. Tanto el Consejo Real como la Cámara de los Comunes pidieron a la reina que reconsiderase la idea, ya que se temía que Inglaterra se viera arrastrada a las guerras de Carlos V. María no los escuchó.
En enero de 1554, ambos prometidos firmaron el contrato de esponsales, lo que intentó mitigar dichos temores: Felipe se comprometía a no violar ninguno de los derechos y libertades de sus nuevos súbditos y a no involucrar a Inglaterra en ninguna guerra.
En abril de 1554, el Parlamento aprobó la boda y el 13 de julio Felipe partía desde La Coruña hacia Inglaterra.
El viaje de Felipe y su encuentro con María
El viaje no fue muy apacible para el príncipe, que para completarla legó a Southamton en un típico día inglés de viento y lluvia. La comitiva que lo acompañaba no pasaba desapercibida, ya que junto a él, desembarcaron 3000 personas además de 6000 soldados que se iban a incorporar al frente contra Francia.
El encuentro de los prometidos se realizó en Winchester, Felipe, sin sorprenderse de la falta de belleza de la reina, al acercarse la besó en los labios conforme la tradición inglesa, cosa que dejó satisfechos a los ingleses pero desconcertó a la comitiva castellana, acto seguido mantuvieron una conversación en una mezcla de francés y español.
El día de la boda
El 25 de julio, luego de que le llegara a Felipe, la investidura formal de rey de Nápoles y duque de Milán, protocolo necesario para quedar en igualdad de condiciones con su prometida, se celebró la boda en la catedral de Winchester, dando paso a nueve días de festejos.
Una relación despareja
Aunque Felipe nunca correspondió al afecto de su esposa, ella parecía ignorar los sentimientos de él. Quizá por eso nunca supo (o no quiso saber) que el rey se consolaba de tanto sacrificio en brazos de una de sus doncellas. También se decía que Felipe habría tenido una relación con la hermanastra de María, Isabel, con quien compartían la misma edad y belleza. El matrimonio vivió en paz entre abril de 1554 y agosto de 1555. En este período, los monarcas, aparte de los problemas políticos y religiosos, la falta de un heredero, era lo que más les quitaba el sueño, ya que no pudieron tener descendencia, no porque ella no lo deseara, ya que en más de una ocasión llegó a pensar que estaba embarazada, a tal punto de anunciar el nacimiento del nuevo heredero para abril de 1555, lo que solo fue una falsa alarma. Mucho se ha especulado sobre el abultado vientre de la reina, si fue por una hidropesía localizada, embarazo psicológico o un tumor enorme en los ovarios que finalmente habría acabado con su vida. No faltaron los fanáticos católicos que atribuyeron esto a un castigo divino por no ser más dura con los protestantes.
María pasa a ser "Bloody Mary"
Con el regreso del catolicismo llegaron las persecuciones a todo aquel que no aceptara la nueva fe. Así fue que terminaron en la hoguera 273 personas, lo que hizo que le valiera el mote de "Bloody Mary" por parte de los protestantes.
Felipe decidió desmarcarse de toda esta situación y para ganarse el favor de los protestantes y poder gobernar en caso de que María falleciera, intercedió en favor de ellos pidiendo clemencia ante la iglesia católica y además le pidió a su esposa que liberase a su hermanastra Isabel que se hallaba prisionera en la Torre de Londres.
El final de una relación no correspondida
Pero llegó el 29 de agosto de 1555, fecha en que Felipe fue convocado para asistir a la abdicación de su padre Carlos V. Esto suponía separarse de la reina, de quien se despidió en Greenwich. Seis días después embarcaba en Dover camino a Calais.
La partida de Felipe sumió a la reina en un estado de tristeza y melancolía, que deterioraron aun más su salud.
María le escribía constantemente a su marido instándole a que volviera, a lo que Felipe respondía que la guerra lo retenía en Flandes.
Solo volvió cuando necesitó de la ayuda militar y económica de parte de la reina, en marzo de 1556. Se cuenta que María lo esperaba muy emocionada en el muelle de Greenwich y cuando Felipe llegó, ella se arrojó a sus brazos, durante el viaje de regreso la reina no soltó la mano de su esposo ni un momento.
Pero Felipe no venía para verla, solo necesitaba de su ayuda contra Francia, que luego de recibirla, Felipe partió en las primeras semanas de junio. La reina lo despidió en Dover, muy triste y llorando, haciéndole prometer que volvería (cosa que nunca ocurrió). María se quedó desconsolada, pendiente de un nuevo embarazo imaginario, cada vez más enferma y triste, no dejaba de enviar cartas a su esposo, quien las respondía en forma fría y protocolar.
La Muerte de María Tudor
La pérdida de Calais, último bastión inglés en Francia, en 1558, empeoró la ya alicaída salud de la reina, quien entró en una depresión que agravó más su enfermedad.
En su lecho de muerte, la reina seguía pronunciando el nombre de su esposo y contemplando su retrato entre lágrimas y suspiros. Constantemente releía y abrazaba en vano, las pocas cartas que Felipe le enviaba, cargadas de frases ceremoniales y vacías. Los mensajeros en un intento de consolarla, le mentían, transmitiéndole encendidos mensajes que su esposo nunca había pronunciado.
María Tudor murió el 17 de noviembre de 1558 y Felipe, sabiendo que su aventura en Inglaterra había llegado a su fin, solo mandó un embajador para garantizar el ascenso de Isabel.
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