Homero nos cuenta en el libro XII de la Odisea la más fascinante historia referente a las sirenas, cuyo protagonista Ulises le narra a Nausicaa como hizo él para evitar ser arrastrado por el canto de las sirenas gracias a los consejos de la hechicera Circe antes de partir de la isla de Eea:
"Llegarás primero ante las sirenas: todos los hombres desean que la casualidad les lleve hasta ellas
Si un hombre se acerca ingenuo hacia su canto, nunca más podrá volver a ver a su mujer y sus hijos ni celebrar el retorno a su casa, ya que la límpida voz de las sirenas lo hechizan, sentadas en un prado florido, pero en torno a ellas no hay más que un montón de huesos. Pasa de largo".
Así aconsejaba la hermosa hechicera a nuestro héroe Ulises como evitar la trampa letal: Éste deberá tapar los oídos de sus hombres con cera, pero podrá satisfacer su curiosidad y oír el hermoso canto hechizador, haciéndose atar al palo mayor de la nave y ordenando a sus compañeros que no lo liberen bajo ningún precio.
Ulises da las instrucciones a su tripulación y parte siempre recordando los consejos de Circe. Cerca de la isla de las sirenas, el viento se calla repentinamente. Todo está listo, Ulises está bien amarrado al poste mayor de la nave y sus compañeros con los oídos tapados, comenzaran a remar para superar la bonanza.
Seducido por el canto, Ulises implora que lo liberen, pero sus hombres siguen remando, incluso aprietan más sus amarras. Una vez sobrepasado el peligro, Ulises, vuelto en si, es liberado.
Según el mito, las sirenas, al ver que no habían logrado su cometido, furiosas se lanzaron al mar y perecieron.
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