
Los hombres reclutados prestaban servicios por un periodo máximo de 20 años, pero muchos optaban por permanecer en las filas aún sobrepasando ese límite, porque, habían encontrado en ellas un sentido para sus vidas.
En campaña, la supervivencia era muy dura. La alimentación básica consistía en pan de trigo y agua, a la que en ocasiones de bajas temperaturas se les agregaba vinagre.
El regimiento que era castigado recibía harina de cebada, lo que era un escarnio. Por eso, cuando ingresaban a una ciudad tomada tras un largo sitio o rendida ante la sola presencia de las legiones, sus jefes permitían a sus hombres que se abandonaran al saqueo. Si eran feroces en la lucha, lo eran aún más el la intención de su botín.


Plutarco, en su Vidas Paralelas, recuerda la frialdad con la que Flavio Máximo sacrificio a más de 8000 soldados, que habían Sido infamados por su claudicación en la batalla de Cannas ante Aníbal. El general cartaginés se había acantonado en Tarento, y el general romano buscaba la forma de hacerlo salir. Lo halló muy pronto: simplemente hizo formar a los ocho mi infamados por cobardía y deserción y les ordenó cargar sobre un flanco de la ciudad, sabiendo que los mandaba a una muerte segura.
Así fue: las fuerzas de Aníbal hicieron una carnicería, pero Flavio Máximo logró su propósito de hacerlo salir de Tarento. Una victoria táctica obtenida aún precio harto módico para los valores de la época.
Así fue: las fuerzas de Aníbal hicieron una carnicería, pero Flavio Máximo logró su propósito de hacerlo salir de Tarento. Una victoria táctica obtenida aún precio harto módico para los valores de la época.

El general Tito Manlio, en su lucha contra los latinos, prohibió absolutamente que ningún soldado abandonara las filas y entablará combate fuera de ellas.


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