Las virtudes y flaquezas de Filipo
Filipo, nacido en Macedonia hacia el 382 a.C., sería, después de medio siglo de que aquella región fuera un estado inestable cuyos reyes se asesinaban los unos a los otros, el monarca que le daría unidad y la engrandecería. Y, que además, llegaría a superar el particularismo de las ciudades-estado del sur, uniéndolas, aun contra su voluntad, por la astucia política y por la fuerza militar, en un proyecto de nación.
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Filipo II de Macedonia |
A diferencia de los anteriores monarcas del país, caudillos indómitos de escasa cultura, Filipo, que había pasado parte de su infancia y de su juventud como rehén en Atenas y Tebas, era un hombre culto. Sobre todo conocía las tácticas de la estrategia militar, que lo llevarían a ser el primer gran gobernante de Macedonia y, más tarde, a liderar Grecia entera.
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Imagen de Filipo II en una medalla de la victoria |
Filipo volvió a su región convertido en un hombre de gran talla y fuertes miembros, con una semi-cultura que lo convertía en una sabio entre los rudos pastores de su tierra, poseedor de una astucia que le habría de valer el sobrenombre de "El Zorro", cazador infatigable y guerrero intrépido, con una gran inteligencia y una falta total de escrúpulos. Como buen macedonio, era de temperamento desenfrenado y por tanto carecía de moderación y autodominio.
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Expanción de Macedonia a la muerte de Filipo |
Practicaba con fogosidad los ejercicios violentos, sobre todo la caza, comía hasta la saciedad y no tenía reparo en aparecer embriagado en pleno día.
Sin embargo, sus méritos superaban a sus vicios: la destreza política, la clara visión y la audacia singular le eran innatas, sumadas a un valor a toda prueba.
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Demóstenes |
Además, poseía el poder de la simpatía que le posibilitaba ganar el afecto de sus amigos y la admiración de sus enemigos, como es el caso de Demóstenes, enemigo acérrimo que tanto lo fustigó en sus discursos, pero que, al conocerlo, no dejó de expresar: Para conquistar el poder y el éxito ha perdido un ojo, tiene un hombro roto y un brazo paralizado. ¡Y todavía no hay quien pueda hacerlo poner de rodillas!
FUENTE: Grandes Biografías - Alejandro Magno - Imaginador
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