Catalina La Grande supo continuar el legado que comenzara por su antecesor, el zar Pedro, también llamado el Grande. De ascendencia alemana, (Catalina había nacido en Zerbst Reino de Prusia), llegó a la corte rusa con tan solo 16 años, prometida del futuro zar Pedro III.
Su juventud no le restó su astucia, casada ya con el futuro zar, Catalina no tardó en convertirse al credo ortodoxo y cambiar su nombre alemán, Sofía Federica Augusta de Anhalt-Zebst, por el de Catalina Alekséievna Románova, e interesarse en la cultura y el idioma del que luego sería su reino.
Su relación con Pedro III, no funcionó desde el principio, tal es así que el futuro zar en su noche de bodas, se interesó más en sus soldaditos de plomo que en consumar su relación con Catalina.
La impotencia e inmadurez del gran duque Pedro hicieron que el matrimonio fracasara, pero no le impidió a él tener una amante llamada Yelizaveta Vorontsova. El desinterés de su marido no hizo mella en Catalina, quien se encargó de tener una larga lista de amantes, con quienes apaciguar la falta de atención de su Pedro.
Según el historiador Simón Sebag Montefiore, autor del libro "Los Romanov 1613-1918", asegura que:
«Fue igual de licenciosa que otros zares, pero debió andarse con cuidado al ser extranjera. Fue muy abierta a la hora de que la aristocracia supiera quiénes eran sus amantes. Quería evitar así que surgieran rumores peores»
Según nos cuenta Montefiore, la leyenda sobre la promiscuidad de Catalina es bastante exagerada. Frente a un marido que la ignoró y fue en busca de otros entretenimientos, la joven Catalina, no tardó en caer en los brazos del apuesto Sergéi Saltikov, con quien descubrió los placeres del sexo y según confesó en su correspondencia, tuvo al futuro zar Pablo I.
Los amantes de Catalina
A finales de 1760, comenzaría su romance con Gregori Orlov, con quien también tuvo un hijo, Alexéi Bobrinski, el cual fue escondido en casa de uno de sus cortesanos. Orlov fue uno de los que le ayudó a dar el golpe palaciego en contra de su marido el zar Pedro III en 1762, quien moriría poco después de abdicar en su favor, rigiendo así los destinos de Rusia por 34 años. Desde entonces se sintió liberada de vivir su relación con Orlov sin discreción.
Se mostraba muy cariñosa con él y hacía la vida marital que nunca había hecho con su marido. Lo que si es cierto es que cada favorito que tuvo Catalina siempre fueron colmados de privilegios, Orlov no fue la excepción y por ello fue víctima de varios intentos de asesinato.
Pero Catalina un día se cansó de él, le tocaba el turno a Grigori Potemkin, quizá el favorito que más amó Catalina II. Potemkin compartía con Catalina el amor por el arte y la cultura. Se dice que llegaron a casarse en secreto en 1774. Pero también tenían muchas diferencias, mientras ella era ordenada, germánica y fría, él era desordenado, eslavo e impulsivo.
Las diferencias, más políticas que amorosas, terminaron por enfriar su relación, si bien Potemkin no perdió sus privilegios, en la cama de Catalina fue sustituido por otros amantes, tas es el caso de Semión Zórich, un comandante serbio de húsares, o un burócrata llamado Piotr Zavadovski
Platón Zuvób el último de sus amantes
Platón Zuvób fue el último de sus favoritos, cuando este joven 40 años menor que ella llegó a ocupar su lugar en la cama de Catalina, ésta ya estaba gorda, con las piernas hinchadas y sufría de flatulencias. Pero esta diferencia física y de edades, no amedrentaban a la fogosa Catalina, que antes de Platón había tenido en su cama al hermano pequeño de éste, de 18 años, apodado "el Niño".
De entre sus amantes, Zuvób, fue el más excéntrico y asumió todo el protagonismo político en 1787, luego de la muerte de Potemkin. Le gustaba utilizar palabras técnicas para dirigirse a sus ministros, para así disimular que su puesto le quedaba demasiado grande. Así y todo, engreído e inútil, fue colmado con cargos por una zarina a la que los años la habían vuelto algo sensible.
La Muerte de Catalina II
El 5 de noviembre de 1796, Catalina fue encontrada tirada en el baño, murió víctima de una apoplejía, hay leyenda negra, que los revolucionarios bolcheviques se encargaron de fomentar, que cuenta que, la zarina, luego de tratar de tener relaciones con un caballo, le produjo tales desgarros que le provocaron la muerte. Nada más lejos de la realidad.
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