Luego de haber tomado Susa, Alejandro partió hacia Persépolis, al llegar se encontró con un obstáculo bastante difícil de pasar, la Puertas Pérsicas, un paso considerado inexpugnable, ya que el sátrapa que la defendía había hecho construir un muro desde el cual los persas atacaban al ejército macedonio arrojando enormes rocas.
El secreto de como cruzar semejante obstáculo lo obtuvieron de un pastor al cual habían hecho prisionero; había un sendero por el cual se podía rodear el desfiladero, lo que hicieron los griegos tomando por sorpresa a la guarnición persa, que al verse desbordada huyó hacia las montañas.
Alejandro en el Palacio de Darío
Con la ciudad ya tomada, Alejandro se aposentó en el magnífico palacio, que era una obra de arte en si mismo, con sus columnas de alabastro y sus bajorrelieves de la gran escalinata de entrada, que mostraba a portadores de tributos para ofrendar a su constructor, Darío el Grande. Se sabe que el palacio real de Persépolis fue destruido por un incendio promovido por Alejandro, quien encabezó una orgía dionisíaca junto a la cortesana Tais.
Sin embargo otros afirman que fue una meditada acción de venganza, que tenía su origen en los destrozos que en Grecia habían hecho los persas cuando la invadieron, tales como haber asolado la Acrópolis de Atenas.
También se dice que la ira de Alejandro viene, al ver a los miles de esclavos griegos que habían sido hechos prisioneros cuyos cuerpos mutilados daban una macabra visión. Diodoro relata el cruento suceso de esta manera:
Todos estaban mutilados. A algunos les faltaban las manos, a otros los pies y a otros las orejas y la nariz. Se trataba de hombres que habían ejercido artes u oficios y que estaban bien preparados; luego de seleccionados les amputaban las extremidades que no eran indispensables para su trabajo y sólo les dejaron aquellas de las que dependía su tarea.
Se dice que Alejandro muy triste por ellos les ofreció transporte para que pudieran volver a sus hogares, a lo que los prisioneros se negaron, ya que no querían volver a su patria transformados en monstruos repulsivos. Entonces les asignó una aldea y todo lo necesario para que pudieran tener una buena subsistencia.
Sea cual fuere la causa, justificada o no, lo cierto es que del magnífico palacio solo quedaron recuerdos tras el paso de las llamas. También se sabe que al entrar a Persépolis, Alejandro dio permiso a sus tropas para que la saquearan por un día, lo que era algo completamente normal por aquellas épocas. Lo extraordinario es que Alejandro, al entrar a otras ciudades consiguiera que no se lanzaran al tradicional saqueo. Lo que si se sabe es que al obtener las inmensas riquezas de las ciudades persas Alejandro repartía su botín desde el oficial hasta el último soldado.
Lo que si debemos acotar es que según investigaciones historiográficas, se sabe que antes del incendio que provocaría la destrucción del palacio, Alejandro había hecho retirar todo el tesoro encerrado en el, que según lo narrado por Plutarco, fue conducido en 20.000 mulas y 5.000 camellos. Ese incendio no sería entonces el acto de un monarca enloquecido por el alcohol, sino la decisión política deliberada de un sagaz rey.
Fuente: Alejandro Magno Pasión, poder y heroísmo. Grandes Biografías-Editorial Imaginador
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