La Amurallada Babilonia había sido la antigua capital del Imperio Asirio, anexada a Persia por la conquista de Ciro.
El sátrapa o gobernador de Babilonia, al tener noticia de que se acercaba Alejandro, salió a su encuentro para ofrecerle las llaves de la ciudad.
Alejandro llega a Babilonia
Cuando el joven conquistador entró en la soberbia ciudad, antigua capital del imperio, fue recibido como un libertador, hizo su ingreso por un camino especialmente preparado para su recibimiento, adornado con arcos floridos, y flanqueado por fuegos sagrados, entre las aclamaciones de los babilonios. Aposentado ya en el palacio real, que había sido del fugitivo Darío, Alejandro halló en él tan grandioso tesoro que le permitió gratificar no solo a sus oficiales, sino a cada uno de los soldados de su ejército.
Alejandro trata de ganarse la confianza de los persas
La muerte del rey Darío le permite a Alejandro considerarse legítimamente su sucesor. Además de que Oaxartes, hermano del monarca muerto y enemigo de Bessos a quien reputaba su asesinato, se presentó voluntariamente para aclamar a Alejandro como nuevo rey.
Ya como gobernante imperial, Alejandro comenzó a tratar de conquistar no sólo tierras, sino seres humanos. Para ello trató de propiciarse a los persas como había hecho con los egipcios, comenzando por adherir a su religión. Así, en Babilonia hizo sacrificios al dios Marduck y, en cierto modo, lo adjuntó al Olimpo griego. Además, ordenó la inmediata reconstrucción de los templos dedicados a los dioses orientales a los que también ofreció importantes sacrificios.
Como señor ya de un importantísimo imperio, dio una orgullosa proclama, en la que anunciaba solemnemente al pueblo griego su definitiva liberación del vasallaje persa. Para asegurarse aún más su dominación sobre el territorio conquistado, fundó varias ciudades en honor a su nombre llamadas Alejandría, a cuyo frente puso comandos tanto griegos como persas.
Bastante desgada su narrativa de este capítulo de la historia. Han perdido la objetividad, ya no exponen un discurso histórico, sino un sesgo político pro-occidentr.
ResponderBorrarNo huevee ,gancho
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